Madrid, Cataluña, País Vasco y sus áreas de influencia sostienen el crecimiento

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España, a tres velocidades. La tensión constante entre la política macro de la autonomía y las políticas micro de las ciudades ha derivado en ineficiencia. En general, los alcaldes se afanan en proyectos ligados al bienestar, no al crecimiento.

Con los datos del PIB y de población se dibuja un mapa de España más claro que con el mosaico de las comunidades autónomas. Con tres colores se puede visualizar donde estamos y hacia donde avanzamos. De un lado están las comunidades que crecen por encima de la media, sólo siete, que representan un tercio de la población, agrupadas en tres polos. Madrid, cuya área de influencia llega ya a ciudades de otras comunidades, como Guadalajara, Segovia o Toledo. Cataluña más Zaragoza, País Vasco, Navarra y La Rioja y finalmente Baleares, si bien ésta es  dependiente del monocultivo turístico.

En segundo lugar están las comunidades en declive, con crecimiento hasta un 10% por debajo de la media estatal. Son cinco y representan la cuarta parte de la población. Se agrupan en dos polos, el Noroeste, con Galicia, Castilla-León, Asturias y Cantabria, más la Comunidad Valenciana. Finalmente está la España claramente retrasada, en la que vive el 40% de la población pero cuyo crecimiento es muy inferior. Se corresponde con el Sur: Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía, Murcia y Canarias.

Obviamente se trata de generalizaciones. Así, dentro de Galicia el crecimiento se debe a la franja atlántica en detrimento del interior. En Castilla-León, se debe a Valladolid en detrimento de la franja occidental. De igual forma Zaragoza explica todo el crecimiento de su comunidad. Lo que importa es señalar que las grandes áreas citadas superan los límites de la división político-administrativa del territorio y deberían de obligar a políticas de consenso entre los distintos Gobiernos territoriales y locales, si desean invertir la situación.

Solo Madrid y Barcelona, ambas con sólido tejido económico y beneficiarias del efecto concentración, mantienen dinámicas de crecimiento relativamente independientes de las Administraciones. En otros territorios el crecimiento se basa, además de otros motivos, en políticas bien definidas, consensuadas y sostenidas en el tiempo. Así ha ocurrido en el País Vasco, con líneas de actuación que implican a todas las administraciones y que cubren desde la innovación hasta la Formación Profesional. O en Zaragoza que ha extraído valor logístico de su ubicación geográfica.

En los demás territorios la tensión constante entre la política macro de la sutonomía y las políticas micro de las ciudades ha derivado en ineficiencia. Tomemos el ejemplo de Galicia, cuya economía gravita en torno a dos gigantes, Inditex en el Norte y Citroën en el Sur. Los pocos proyectos que sobre el papel deberían de tener efecto movilizador, se encuentran en la realidad sometidos a la burocracia, como el puerto exterior en el Norte o la Plisan en el Sur. Por el contrario, en el único caso de cooperación exitosa, la promoción turística de Santiago, la conjunción de esfuerzos locales y autonómicos ha logrado un éxito impensable hasta hace pocos años.

Mientras, los alcaldes se afanan en proyectos ligados al bienestar, no al crecimiento y la Xunta de Galicia mantiene una dispersión de líneas y ayudas que apenas surte efectos en la economía real. Por no existir ni existen foros de encuentro entre unas y otras administraciones y de todas ellas con las empresas. Es la cultura del minifundio agrario llevada al siglo XXI. Los efectos están a la vista, declive económico, emigración selectiva, nula captación de inversión foránea, futuro desesperanzador.

El crecimiento, la clave

La política rehúye el debate sobre el crecimiento y fía todo su impulso al bienestar como si éste fuese infinito y no dependiese de la base económica que lo haga sustentable. Es una forma de huida de la realidad. Periódicamente, estadísticas e indicadores nos devuelven a nuestro lugar real y, para quien quiera leerlas, dibujan las perspectivas para las próximas generaciones. Es hora de salir de la comodidad de los despachos y de las declaraciones de prensa fáciles,  para ir al encuentro de la realidad, poniendo la capacidad de actuación de la Administración, que es mucha, al servicio de la competitividad y del crecimiento.

(Publicado en: https://www.mundiario.com/articulo/economia/madrid-cataluna-pais-vasco-areas-influencia-sostienen-crecimiento/20200204112817174823.html)

Urkullu, Feijóo y Torra irán a elecciones frente a Sánchez

Lo que tienen en común los tres procesos electorales de Galicia, Euskadi y Cataluña es que el PSOE parte en desventaja. Todos compiten contra él.

Con gran tranquilidad afrontan Urkullu y el PNV la competición electoral. Con más incertidumbre lo hacen Feijóo y el PP, mientras que para Torra, que ni siquiera será candidato y para el nacionalismo catalán, la competición es agónica.

El PNV, que ha conseguido subordinar al socialismo vasco y transformarlo en compañero de viaje, sólo debe vigilar a Bildu, el  nacionalismo radical vasco. Para frenarlo ha dedicado grandes esfuerzos a crear una visión o relato de los años del terrorismo que satisfaga a sus herederos políticos aunque signifique vulnerar el sufrimiento de las víctimas. El propio nacionalismo vasco moderado, que durante mucho tiempo miró hacia otro lado mientras se asesinaba en su nombre, no se siente incómodo con esa visión edulcorada de la historia. Al tiempo ha vendido sus votos a Sánchez a cambio de todo aquello que fue denegado durante tres décadas: el régimen económico de la Seguridad Social, las prisiones y un largo listado. Está pues en condiciones inmejorables para renovar mandato al frente del País Vasco.

El PP gallego se encuentra ante una tendencia electoral de signo contrario a la que se une el desgaste inevitable tras doce años en el poder. Ha emprendido una larga campaña en la que todos los días se venden logros, avances y promesas. Al tiempo la voluntad de confrontación del Gobierno estatal le ofrece munición suficiente, como ha ocurrido con la liquidación del IVA o con las obras del AVE. Los Presupuestos del Estado, si confirman la discriminación territorial, pueden darle otras armas electorales. Frente a Feijóo, el socialismo gallego se encuentra en auge pero lastrado por su debilidad, como se ha visto esta semana en las votaciones locales contrarias al Ministerio de Hacienda. El BNG mejora resultados pero uno y otro pueden sufrir el retroceso de las Mareas, fraccionadas en varias corrientes que demuestran el inmenso narcisismo de sus dirigentes y su escasa conexión con la sociedad. En consecuencia existe la posibilidad de cambio en el Gobierno. Dependerá del esfuerzo de unos y otros durante los próximos meses.

El escenario catalán está más fraccionado. La ruptura entre las dos tendencias del nacionalismo separatista, el procesamiento de varios dirigentes como Puigdemont, Torra, Borrás, Junqueras y otros, elimina a los principales líderes de la competición electoral. Al tiempo se impone la evidencia del fracaso histórico que ha sido todo el intento de secesión así como la medianía intelectual y moral de sus dirigentes. La mayor aspiración de la tendencia de Puigdemont y Torra, será repetir el esquema actual, una coalición de gobierno entre independentistas con el salvavidas de las huestes de la Alcaldesa de Barcelona. Mientras que ERC aspira a un tripartito con estos últimos y con el PSOE. Obviamente, es la salida deseada por el Gobierno estatal. Para facilitarlo, los Presupuestos del Estado y otras decisiones gubernamentales primarán a Cataluña aunque a corto plazo provoque tensiones con otros aliados territoriales.

Lo que tienen en común los tres procesos electorales es que el PSOE parte en desventaja. Todos compiten contra él. En Galicia, si el PP pierde la mayoría absoluta aunque gane en votos, el socialismo deberá formar como mínimo un gobierno tripartito, tal vez cuatripartito. En Cataluña si gana ERC, será socio de un tripartito. En el País Vasco, socio minoritario. Posiciones en todos los casos difíciles, a pesar de que exigirán tensionar la política estatal en función de dichas elecciones autonómicas. Algo sin precedentes pero inevitable dada la actual inestabilidad del Gobierno, urgido a buscar socios territoriales y a encauzar el desgobierno catalán.